El Victoriano es el pomposo monumento dedicado al rey Víctor Manuel II (de ahí su nombre) en Roma, la capital de Italia. Ciertamente no es un monumento amado por los romanos, quienes con sentido del humor lo han bautizado informalmente la Tarta de Boda. Este apodo se lo sugirieron su forma y su color blanco refulgente, que desentona con los tonos dorados y anaranjados predominantes en la ciudad. Cabe decir, además, que también es desproporcionado en relación a los edificios cercanos. Sin embargo, a su favor juegan dos razones: por un lado, a pesar de la sorna que gastan, hoy día los romanos ya no se imaginan esa plaza sin el monumento; en segundo lugar, ofrece las mejores vistas panorámicas sobre la Ciudad Eterna.
El Altar de la Patria (pues también recibe este nombre) fue diseñado por Giuseppe Sacconi e inaugurado en 1911 (aunque no se terminó realmente hasta 1935). Constituye la separación entre los Foros Imperiales y la plaza de Venecia, dando la espalda al primero y asomándose a la segunda, justo enfrente de la embocadura de la vía del Corso. Para su construcción fueron necesarias la expropiación y la demolición de un entero barrio medieval que se extendía sobre la ladera de la colina Capitolina, sobre la que hoy se apoya el Victoriano.
Entre otros, desaparecieron el Arco de San Marcos, la Torre de Pablo III y los tres claustros del convento de Aracoeli, así como la iglesia de Santa Rita, que fue trasladada piedra a piedra y montada de nuevo junto al Teatro de Marcelo, a unos 200 metros. Una auténtica salvajada urbanística, en definitiva. Sin embargo, estos trabajos comportaron el hallazgo de la ínsula de Aracoeli, una vivienda del siglo II que hoy es visible en el lado izquierdo del monumento.
El monumento en sí adopta la forma de un gran templo clásico que se abre hacia la plaza de Venecia. Su parte central es un pórtico de columnas corintias y se cierra a ambos lados por sendos pronaos o templetes coronados por dos enormes cuádrigas. Lo precede una escalinata monumental de concepción bastante compleja y llena de grupos escultóricos. En el centro de ésta, la Tumba del Soldado Desconocido contiene los restos de un combatiente de la I Guerra Mundial velados por una guardia de dos hombres. En puridad éste es el Altar de la Patria, aunque por metonimia frecuentemente se use tal nombre para todo el monumento. Sobre la tumba se erige una representación de la diosa Roma acompañada por otros relieves alegóricos.

El equino tiene el tamaño de un dinosaurio. Imagínese el lector una mesa para 21 comensales en el interior de su vientre
El centro del monumento lo ocupa el homenajeado Víctor Manuel II, artífice de la Unificación Italiana. Uno pensaría que es obligatorio en Italia que cada ciudad tenga una estatua ecuestre de este monarca, y por supuesto en Roma tal estatua no podía faltar. Es realmente gigantesca, dieciséis veces el tamaño natural, aunque hay que verla de cerca para percatarse de este hecho: con un peso total de 50 toneladas, las pezuñas del equino miden medio metro, y hay constancia de que, para festejar su colocación, en su vientre cenaron cómodamente sentadas 21 personas. En cuanto al monarca, sus bigotes miden un metro de longitud… El zócalo lo rodean relieves que representan a las catorce ciudades-estado italianas anteriores a la unificación.
El interior de la escalinata es en sí un edificio que alberga el Museo de la Unificación Italiana (Museo del Risorgimento), aunque lo verdaderamente interesante está fuera, o más exactamente arriba, en los miradores panorámicos. El más alto es la terraza situada en la cima del monumento, al que se accede por un ascensor de pago. Sin embargo, las vistas desde la terraza inferior, gratuita, son igualmente magníficas, por lo que podemos ahorrarnos el gasto. De ello dan buena fe las fotografías que acompañan nuestro artículo. Se dominan los espacios y monumentos que rodean al Victoriano (plaza de Venecia, Foros Imperiales, plaza del Capitolio…) pero también otros más lejanos que se adivinan sobresaliendo entre los tejados (cúpula de San Pedro del Vaticano, Coliseo…)

El Coliseo y en primer término la iglesia de los santos Lucas y Martina, edificada enmedio del Foro de Julio César

La Columna Trajana entre las iglesias de Santa María de Loreto (izquierda) y del Nombre de María (derecha)
En la mencionada terraza inferior hay también una cafetería orientada hacia los Foros Imperiales. La guinda del pastel (valga el juego de palabras) lo constituye la iglesia de Santa María en Aracoeli, situada a la misma altura que la terraza y comunicada con ésta, por lo que podemos aprovechar para visitarla y bajar por su escalinata (así no hay que subir dos veces). Esta iglesia tiene una fachada muy pobre, incluso fea: plana y sin decoración, nada hace presagiar la maravilla que encierra. Es una iglesia basilical, típicamente romana, de una exuberante belleza. Son de admirar especialmente el artesonado del siglo XVI, unos frescos del Pinturicchio, y dos sepulcros realizados respectivamente por Donatello y Miguel Ángel. Casi nada…
Para quien piense que el mejor mirador de Roma es el de la cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano, aquí van unas puntualizaciones: en primer lugar, el Victoriano está mucho mejor situado respecto al centro de la ciudad y tiene más monumentos notables a su alrededor; en segundo lugar, desde la basílica no se puede ver la propia basílica; en tercer lugar, strictu sensu la citada basílica no está en Roma. Lo cual no quita que también ofrezca unas magníficas vistas. Pero el Victoriano no es sólo un mirador; posee unos valores estéticos frecuentemente minusvalorados y se ha ganado casi sin quererlo un lugar en paisaje de la Ciudad Eterna.
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Texto y fotos © LAGARTO ROJO
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